NO TE HAN RECHAZADO A TI

INTRODUCCIÓN

La última etapa del período de los jueces es la época de Samuel, el último juez de Israel. Como período de transición, es de mucha importancia. Las costumbres antiguas, la vida social, el gobierno poco consistente, todo se derrumba y la corrupción de los hijos del sacerdote Elí y luego de los hijos de Samuel, no es más que una muestra.
Samuel había sido consagrado a Dios antes de su nacimiento por su madre, que lo recibió como un don milagroso de Dios. Entregó al niño al servicio de la casa de Dios en Silo bajo la tutela de Eli. Eli había fracasado en la educación de sus propios hijos, y vio en el niño Samuel el cumplimiento de las aspiraciones que como juez de Israel no encontró en sus hijos perversos e incorregibles. Los hijos de Elí murieron peleando contra los filisteos a la vez que el arca de la alianza era capturada.
“Cuando Samuel entró en años, puso a sus hijos como jueces de Israel” Samuel se equivocó al ponerlos como jueces sobre el pueblo. Los jueces fueron llamados individualmente por Dios para librar y guiar al pueblo, pero el oficio de juez nunca se convirtió en dinastía. “El hijo mayor se llamaba Joel (que significa Jehová es Dios) y el pequeño Abias (Jehová es Padre)”, los nombres eran muy buenos pero los hijos no lo eran en absoluto. Parecía que conociendo el error en el que habían caído los hijos de Eli, los hijos de Samuel no habrían cometido los mismos errores. Pero no fue así, la historia se repite una y otra vez y el ser humano no aprende. Los hijos de Samuel pecaron de la misma manera que lo habían hecho los de Eli, sintiéndose seguros porque Dios estaba con su padre, también lo estaba con ellos; pero su vida en absoluto mostraba que Dios estuviera con ellos “ninguno de los dos siguió el ejemplo de su padre, sino que ambos se dejaron guiar por la avaricia, aceptando sobornos y pervirtiendo la justicia” Esta situación produjo un gran descontento social que desembocó en la petición de los ancianos de las tribus a Samuel “Tu has envejecido ya, y tus hijos no siguen tu ejemplo. Mejor danos un rey que nos juzgue (gobierne), como lo tienen todas las naciones”
Los ancianos están pidiendo un rey. Samuel lo interpreta esto como una forma de rechazo hacia él y se disgustó, le dolió, pero Dios le sacó del error “En realidad, no te han rechazado a ti, sino a mí, porque no quieren que reine sobre ellos” Los ancianos no están pidiendo un cambio de gobernante, sino de forma de gobierno. Para entender el significado profundo de esta petición, voy a recordar un poco lo que comentamos en la lección de la Escuela Dominical de la semana pasada, cuando hablábamos de la figura del juez.

I- LOS JUECES

Después de Josué, el pueblo de Israel se apartó de Dios, y era presa fácil de sus enemigos. Cuando el pueblo se encontraba oprimido por las tribus vecinas, se arrepentía de la idolatría que había practicado, clamaba a Dios, quien escogía a Jueces, sucesores de Moisés y Josué y que ocuparon una posición análoga a la que ellos habían ocupado, aunque nunca tuvieron la misma talla que ellos en ningún aspecto. Los jueces fueron designados por Dios para juzgar, gobernar al pueblo, liberarlo de los enemigos que lo oprimían, ejercer la justicia social y política, y liderarlo espiritualmente.

El juez de la misma manera que Moisés y Josué, era escogido por Dios, y por medio de la capacidad militar que revelaba el apoyo de Dios, vencía al enemigo y conseguía que el pueblo se uniera, unidad que continuaba hasta que el juez moría. Así que durante la vida del juez parece que existía cierta unidad militar y espiritual.
Pero la institución del juez no preveía el nombramiento de un sucesor después de su muerte. Por lo tanto la unidad que se había conseguido durante la vida del juez, se desvanecía con su muerte y el pueblo volvía a la debilidad de antes.
Los jueces no fueron sólo los sucesores de Moisés y Josué, fueron los antecesores de los profetas. Así fueron considerados y llamados por los antiguos hebreos, figurando el libro de los Jueces entre los profetas anteriores, que va desde Josué a los Reyes. Josué por lo tanto es considerado profeta y Moisés se llama a si mismo profeta en Deuteronomio 18:15. De esta manera los hebreos consideraban que había sucesión profética desde Moisés y Josué pasando por los jueces hasta llegar a los profetas de la época de los Reyes.
El juez vivió en un periodo en el que no había gobierno central visible y reunía todos los poderes judiciales, legislativos, civiles, militares y espirituales. Pero además se trataba de un gobierno teocrático, es decir, los jueces desde Moisés y Josué hasta Samuel, estaban sometidos a Dios, eran virreyes en el nombre de Dios. Y era Dios el que ejercía el poder soberano. Es decir, las funciones de los jueces se movían en el ámbito terrenal de las relaciones entre las personas, y en el ámbito espiritual de las relaciones con Dios.

II - ISRAEL PIDE REY

Cuando los ancianos estaban demandando un rey al estilo de sus vecinos, pedían un gobernante que tuviera poder judicial, legislativo, militar, civil, en resumen que se ocupara de la esfera terrenal. Estaban pidiendo un gobernante laico, sin competencias espirituales, un gobernante que no liderara las relaciones con Dios.
No podemos pensar en ningún momento que la revolución nacional que se produjo, con el cambio consecuente en la forma de gobierno, provino sin la intervención, o el permiso de Dios que todo lo vigila y todo lo prescribe. Aunque la demanda del pueblo de un rey fue un rechazo del juez y de Dios, debe ser visto como algo que estaba en el plan de Dios. Esta aparente inconsecuencia no lo es si tenemos en cuenta que la Providencia utiliza tanto los errores de los hombres para adelantar los proyectos divinos, como los puntos buenos. Vivimos en un universo en el que la omnisciencia de Dios lo tiene todo pensado, no hay nada que pueda sorprenderle, y su soberanía dispone las cosas de tal manera que el destino último del mundo esté de acuerdo al plan eterno, de modo que ningún plan, o error, o defecto humano, haga fracasar el plan divino.
En el vers. 8 dice Dios “Te están tratando del mismo modo que me han tratado a mí desde le día que los saqué de Egipto hasta hoy. Me han abandonado para servir a otros dioses.” Han pasado 340 años y su actitud sigue siendo la misma, porque el hombre no cambia, su actitud rebelde hacia Dios es siempre la misma. Samuel siente el rechazo de aquella generación, pero Dios ha sentido el de todas, y una por una ha ido conquistándolas. Las derrotas de Israel habían sido causadas por sus propios pecados, no por la incompetencia política de los jueces. Pero en lugar de aprender esta lección de su pasada historia nacional y mostrar arrepentimiento y confianza en Jehová como resultado, los ancianos y el pueblo consideraron que un gobierno estable de un rey evitaría las altas y las bajas del pasado; esta decisión significaba en el fondo evitar a Dios, rechazar su dirección, y en el fondo responsabilizarle de todo lo que pasaba. Una situación similar la vivimos nosotros todos los días. Personas que no creen en Dios le responsabilizan de todos los males que sufrimos en el planeta, no sintiéndose en absoluto responsables de lo que aquí pase, y por supuesto jamás reconocerán la existencia del pecado.
Finalmente Dios advierte de las consecuencias de cambiar la forma de gobierno que han tenido hasta ese momento, v. 9 “adviérteles claramente del poder que el rey va a ejercer sobre ellos” después a lo largo de varios versículos nos muestra la tiranía del rey y la falta de respeto por las personas en beneficio propio que el rey va a practicar. Separar la esfera terrenal de la espiritual que mira a Dios tiene sus consecuencias, nada funcionará bien entre ellos desde ese momento. Los mandamientos de Dios comienzan por amar a Dios sobre todas las cosas, en consecuencia amar al prójimo. ¿Es posible la existencia de una relación óptima entre las personas cuando no hay relación con Dios? ¿Es posible la existencia de una ética que funcione sin relación con Dios?
Pero los ancianos de las tribus de Israel ya han hecho su decisión y le responden a Samuel “Queremos un rey que nos gobierne. Así seremos como todas las naciones, con un rey que nos gobierne y que marche al frente de nosotros cuando vayamos a la guerra” Vamos, no quieren un líder espiritual, quieren un líder laico, con competencias terrenales.
“Hazles caso- respondió el Señor-; dales un rey”
Con el ungimiento de Saul como rey aparece un nuevo personaje en la historia de Israel, el Rey, que se ocupará de los asuntos de gobierno, terrenales; pero aparecerá otro personaje igualmente fundamental en el AT, el profeta, el líder espiritual. Ese personaje incómodo, que una y otra vez le recordaba al rey que hay un Dios en el cielo ante el cual tenía que responder. Que no podía olvidarse de Dios para administrar la esfera terrenal. Que de ninguna manera pueden funcionar las relaciones horizontales entre las personas si no hay una relación con Dios. En Heb. 11 cuando se nos habla de los héroes de la fe, se nombra a los profetas, y dice el ver. 36-38… Todo esto les sucedió porque se atrevieron a denunciar no sólo al pueblo, se jugaron la vida y denunciaron al rey, denunciaron el pecado. Jeremías 22:11-17 Jeremías sufrió las consecuencias de su denuncia, estuvo en varias ocasiones encarcelado y fue golpeado por ello. Pero había algo dentro de él que no le permitía callarse… 20:7-18 En el reino del norte se sucedieron varias dinastías de reyes, el trono fue usurpado una y otra vez, los más ambiciosos aspiraban a ser reyes, pero el papel del incómodo profeta pocos lo ambicionaban. Ningún profeta quiso ser profeta, su vida fue muy dura, pero como dice Pablo a los Romanos “irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios”, y eso lo sabía porque lo había experimentado.

III - VIVIMOS UNA SITUACIÓN SIMILAR

Han pasado muchos siglos desde Samuel, Jeremías, pero el hombre no ha cambiado y la situación es similar. El hombre aspira a solucionar sus problemas terrenales al margen de Dios, creando una ética desvinculada de Dios, como si tal cosa pudiera existir.
Ese es el tema ¿Puede existir una moral sin Dios?
Es cierto que se puede tener una moral muy exigente y elevada sin ser creyente. Es cierto que existen muchas personas de gran rectitud moral que no son creyentes. Y es cierto también que se pueden encontrar doctrinas éticas respetables que excluyen la fe.

Pero no puede existir una ética que prescinda totalmente de Dios y pueda considerarse racionalmente bien fundada. La ética remite a la naturaleza, y la naturaleza a su autor, que es Dios.

Para fundamentar cualquier ética es necesario saber quién es el hombre y quién es su creador (Platón decía que no podemos conocer qué conducta nos hace buenos si no conocemos quiénes somos). Una ética sin Dios, sin un ser superior, basada solo en el consenso social, o en unas tradiciones culturales, ofrece pocas garantías ante la patente debilidad del hombre o ante su capacidad de ser manipulado. El mirar a Dios sirve no solo para justificar la existencia de normas de conducta que hay que observar, sino también para mover a las personas a observarlas. El creyente se dirige a Dios no solo como legislador sino también como juez. Conocer la ley moral y observarla son cosas bien distintas, y por eso, si Dios está presente –y presente sin pretender acomodarlo al propio capricho, como es lógico– será más fácil que se observen esas leyes morales. Porque Dios es el gran motivador al bien. El Espíritu Santo es el que nos convence de pecado, y el fruto del Espíritu es “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza”

En cambio, cuando se prescinde voluntariamente de Dios, es fácil que el hombre se desvíe hasta convertirse en la única instancia que decide lo que es bueno o malo, en función de sus propios intereses. ¿Por qué ayudar a una persona que difícilmente me podrá corresponder? ¿Por qué perdonar? ¿Por qué ser fiel a mi marido o mi mujer cuando es tan fácil no serlo? ¿Por qué no aceptar esa pequeña ganancia fácil? ¿Por qué arriesgarse a decir la verdad y no dejar que sea otro quien pague las consecuencias de mi error? Quien no tiene conciencia de pecado y no admite que haya nadie superior a él que juzgue sus acciones, se encuentra mucho más indefenso ante la tentación de erigirse como juez supremo de lo bueno y lo malo. Eso no significa que el creyente obre siempre rectamente, ni que no se engañe nunca; pero al menos no está solo. Está menos expuesto a engañarse a sí mismo diciéndose que es bueno lo que le gusta y malo lo que no le gusta. Sabe que tiene dentro una voz moral que en determinado momento le advertirá: basta, no sigas por ahí. Sin religión es más fácil dudar si vale la pena ser fiel a la ética. Sin religión es más fácil no ver claro por qué se han de mantener conductas que suponen sacrificios.

Cuando se niega que hay un juicio y una vida después de la muerte, es bastante fácil que las perspectivas de una persona se reduzcan a lo que en esta vida pueda suceder. Si no se cuenta con nada más, porque no se cree en el más allá, el sentido de última responsabilidad tiende a diluirse.

Hay más. Una ética que prescinda de Dios sólo puede ser atea, y por tanto filosóficamente materialista. Si sólo somos fruto del azar cósmico, nuestra vida no tiene sentido, y hablar de una ética colectiva no tiene dónde fundamentarse. Si yo soy producto de la circunstancia y no me espera nada, entonces sólo me importo yo. Yo soy mi Dios y mi razón ética.
Ya se han producido intentos de construir éticas sin Dios: una corriente de la Revolución Francesa, el revolucionarismo mexicano, el fascismo y, sobre todo, por su dimensión y consistencia, el marxismo. Todos terminaron destruidos por su propia capacidad de destrucción.No, no puede existir una ética sin Dios.

Ahora una segunda pregunta. ¿La tolerancia actual es compatible con la ética?

La tolerancia es la gran fuerza que moldea a la nueva generación de jóvenes en nuestros países de cultura occidental.El diccionario describe la palabra tolerancia como "respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias". La idea que transmite esta definición es la necesidad de expresar respeto y buscar la protección de los legítimos derechos de otras personas. Incluso, con los de aquellos con los que no estamos de acuerdo.

Podemos creer que determinadas religiones son falsas y están equivocadas, no están en posesión de la verdad. Sin embargo, podemos defender el derecho de todo ser humano a la libertad religiosa. A creer conforme a su conciencia. Además, sostener este derecho para aquellos que creen de manera diferente a como nosotros creemos o concebimos la fe.

La tolerancia tradicional siempre ha buscado y expresado una valoración del individuo, una aceptación y respeto hacia el mismo sin que ello implicara necesariamente una aprobación o participación de sus creencias y/o conductas.

La nueva tolerancia es la hija predilecta del relativismo que ha traído consigo la cultura que impera. Puesto que existen muchas comunidades humanas existen muchas verdades diferentes. Hay muchas percepciones diferentes e incluso contradictorias de la realidad, por tanto, ninguna de ellas puede ser verdadera en el sentido último del término.

La verdad es descrita por el lenguaje y todo lenguaje es creado y construido por los seres humanos, por lo tanto, y como conclusión lógica, toda la verdad es una construcción humana.¿A qué conclusión lógica nos lleva todo esto? Muy sencilla, si toda verdad es creada por los seres humanos, y todos los seres humanos son iguales, entonces todas las verdades son iguales. Todas las opiniones son iguales. Cada una tiene una contribución que llevar a cabo, todas deberían ser respetadas o alabadas. Vive y deja vivir es el lema de estos tiempos. Permite que cada persona tome sus propias decisiones con respecto a lo que es correcto e incorrecto.

Ahora bien, la nueva tolerancia va un paso más allá en sus pretensiones. No es suficiente con que cada persona tenga la libertad para tomar las decisiones que considere más adecuadas en cuestiones de moralidad, ética y conducta. No basta con tener la posibilidad de decidir por uno mismo acerca del bien y del mal. Los defensores de la nueva tolerancia exigen de los demás alabanza y el reconocimiento explícito de que sus creencias, valores y opciones son tan válidos como los nuestros. No solamente todas las verdades son válidas. También lo son todos los valores y todos los estilos de vida. Nadie puede ni siquiera osar emitir un juicio sobre la forma en que otras personas decidan vivir su vida. Contrariamente todo el mundo debería activamente apoyar las opciones vitales tomadas por otros.La tolerancia se ha convertido en la única virtud auténticamente universal. Consecuentemente es intolerante cualquiera que afirme o, tan siquiera pretenda, no el poseer una verdad universal y objetiva, sino incluso aquel que tenga la desfachatez de afirmar la existencia de algo así. Afirmar tener la verdad absoluta o afirmar que otros pueden estar equivocados en sus creencias o estilos de vida es un síntoma evidente y agresivo de intolerancia.

Nuestra idea es que ser un ciudadano virtuoso es ser alguien que lo tolera todo excepto la intolerancia.Esto afecta seriamente a la fe cristiana. Jesús afirmó ser el camino la verdad y la vida. Declaró que nadie podía acercarse al Padre si no era a través de Él. Jesús pretende ser el único que puede dar vida eterna y dice abiertamente que es Dios. La Palabra de Dios se declara competente para emitir juicios no únicamente sobre las conductas de las personas, sino también sobre las intenciones de sus corazones. El cristianismo es políticamente incorrecto y sus pretensiones dogmáticas de ser la única religión verdadera son totalmente intolerables y un signo rabioso, abierto, agresivo y violento de intolerancia hacia todos aquellos que no encajan en su estrecho molde.

Hay cuatro elementos en la misma esencia de la fe cristiana que la convierten en intolerante a los ojos de los defensores de la nueva tolerancia. En primer lugar la Palabra de Dios. Los cristianos creemos que la Biblia es la Palabra inspirada dada por Dios al ser humano. Creemos que en ella se encuentra claramente definida toda noción de lo correcto y lo incorrecto y, por tanto, los seres humanos pueden construir sus vidas y culturas sobre la misma. 2Ti 3:16En segundo lugar esta la persona de Jesús y la cruz de Cristo. Jesús en su ministerio terrenal hizo declaraciones exclusivas y excluyentes.. La cruz es un signo de intolerancia porque abierta y claramente expresa y representa las afirmaciones contundentes del Maestro. 1Co 1:18 . Pero la Escritura dice claramente 1Ti 2:5

En tercer lugar está la doctrina del pecado. En la Biblia se especifican muchas conductas y actitudes de los seres humanos como pecaminosas y, por tanto, reprobables. Pero con los principios de la nueva tolerancia nadie puede emitir juicios morales sobre las conductas de otras personas sin ser considerado intolerante. Es más, se niega que el hombre sea pecador por naturaleza, cuando la Biblia dice Ro 3:10Finalmente nos encontramos con la misión de la Iglesia. La iglesia está llamada en la Gran Comisión a llevar el mensaje de salvación a todas las naciones. La labor de hacer discípulos es considerada como intolerancia por los practicantes y abogados de la nueva tolerancia. La premisa de que las personas deben ser cambiadas de su "errónea" manera de vivir es inaceptable.

¿La tolerancia actual es compatible con la ética? La tolerancia actual no propone ninguna ética.

Por último tengo que hacerme una pregunta. ¿Dónde está ese personaje incómodo? ¿Dónde está esa figura políticamente incorrecta? ¿Dónde está el profeta? Esa persona llamada por Dios que grita al mundo entero que la Biblia es la Palabra de Dios, norma de vida para todos los hombres; que todos los hombres son pecadores; que Jesucristo es el único Camino; que las personas deben dejar su vana manera de vivir. Esa persona que no dudará en denunciar a los pueblos y poderes políticos que vivan de espaldas a la verdad. Ez 2:1-3:1